Una cruza entre Franz Kafka y Bertolt Brecht
(Basado en un hecho real, aunque parezca mentira.)
La señora Suárez se levantó un día y fue madre del cuarto hijo. Una semana después la fiebre no bajaba. Tenía una infección, se había convertido en una infectada. En el hospital municipal no le dieron una respuesta y la mandaron de vuelta a casa: se había convertido en una de-vuelta. Pero la fiebre no bajaba y la señora Suárez volvió, con más fiebre. Se había transformado en La afiebrada. Ya le costaba un poco caminar, así que también se le podía llamar La renga, aunque todavía no La coja, porque tenía sus dos pies. Pero sí se podía decir que era La postergada. Tampoco le hicieron caso esta vez, le dijeron que tomara paracetamol, aspirina o ibuprofeno, así que en un segundo ya era La medicada. Volvió a su casa y se dio unos cuantos baños frescos. La fiebre no cedía y le dolían las piernas. Tenían un color un poco extraño así que la hija le dijo “Sos La colorada, mamá”, “Si nena, cuidá al bebé que estoy cansada”.
Una semana después la señora Suárez tuvo que llegar en ambulancia al mismo hospital; fue La trasladada de urgencia. Las piernas, arruinadas y las manos entumecidas. La infección había aumentado muchísimo así que le quitaron el útero –La vaciada- que estaba todo podrido –La podrida-, y como la infección se había extendido de más le tuvieron que cortar las piernas y los brazos. Ahora, la señora era: Suárez, La amputada.
Del hospital la mandaron de vuelta de a pie, es decir, por sus propios medios, aunque la señora Suárez no alcanzaba siquiera la categoría de peatón, porque ya no tenía piernas con que peatonar. Como era de clase media baja, -una desclasada, aunque eso fue parte de una metamorfosis anterior, llevaba ya unas cuantas décadas-, le prestaron para comprarse la silla de ruedas, mientras para el gobierno de la ciudad, ella no era más que una numerada, en la larga lista de demandas, una demandante más.
Como la señora Suárez no se puede peinar porque no tiene brazos –Una desbrazada, además de descamisada- se volvió también Una despeinada. Ahora pide por favor –sin juntar las manos- que le envíen una persona que la ayude, (a comer, a lavarse, andar, leer, cuidar a sus chicos, aunque no pueda abrazarlos), pero el gobierno se ve que está ocupado con otras metamorfosis porque por ahora se muestra Ensordecido. Además es La desalojada, ya que su marido por quedarse a ayudarla dejó de trabajar y no pueden pagar el alquiler desde hace mucho. Ella necesita alguien –La necesitada- para que su esposo pueda trabajar y no entrar en la metamorfosis tan temida, la de ser El desocupado.
Por suerte siempre hay alguien que es El que oye y otro el que Da la mano y ahora la señora Suárez espera que llegue a su casa el grupo de gente que logró, más allá del gobierno, del hospital, de los abogados y de los quejidos, que ella sea al final Una recuperada. Esta tarde traerán sus prótesis para que su último estadío sea, al menos, como Una re -armada. La señora Suárez podrá decir entonces que al fin su metamorfosis terminó como Una madre abrazada.
Aunque esta última parte está ficcionada, La mirada esperanzada no quita La irónica humorada distanciada sobre La pobre desgraciada.
(Imagen: La parada de los monstruos- USA. 1932)
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