viernes, 3 de junio de 2011

Marisa y Simón. Muy buena

Un sólido elenco, con una impronta clownesca, lleva a cabo esta brillante idea de Martínez Bel.

Un aula de escuela pública, que fácilmente se convierte en patio de recreo. Una maestra que ensaya la coreografía para el acto de fin de curso y un profesor de matemática que se siente más seguro entre sumas e hipotenusas. En el medio, un grado de finales de la primaria, en el que la división tajante entre mujeres y varones es el preámbulo de algún cruce de miradas en busca del encuentro.
La trama de Marisa y Simón, como sugiere ya el nombre de la obra, lleva a ese encuentro, motorizado por la danza, no sólo como situación argumental, sino ante todo como expresión gestual y corporal de la actitud hacia los demás. Todo ello, en clave de hipérbole cómica, propia de esa edad en que todo da pie para la burla, pero en la que a la vez están a flor de piel sentimientos de timidez, osadía, transgresión, enamoramiento, rivalidad y amistad. Paralela a la historia de los chicos, transcurre la de los maestros. La del profe que cree que jamás podrá bailar con una mujer, la de la docente que hace todo lo posible para que él se anime. María José Gabin y Claudio Martínez Bel les imprimen a sus personajes una impronta clownesca... La clase replica a modo de coro y ensamble, del que emergen Marisa y Simón, interpretados por Sofía Martínez y Andrés Molina.
Sobre elementos escenográficos de eficacia visual y certero apoyo a los movimientos coreográficos, avanza la comedia musical escrita por Martínez Bel y dirigida por Silvina Grinberg hacia un desenlace de plena exuberancia ochentosa, sobre temas de Michael Jackson y Billy Idol, pero con un touch contemporáneo y ese cedazo de humor inclaudicable que identifica la dinámica entre el fin de la infancia y el comienzo de la preadolescencia.
Se constituye así en una propuesta de saludable frescura para la cartelera infantil, escasa en alternativas para los chicos de los grados mayores de la escuela primaria, que encuentra en Marisa y Simón un musical que no es aniñado ni recurre a las formas más convencionales del género. El público adulto, por su parte, puede encontrar guiños a lo que vio en otros tiempos y escenarios, sin que por ello se soslaye a los chicos.
Por Juan Garff para La Nación

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