domingo, 8 de febrero de 2009

Los Objetos


¿Cuantos objetos se pueden usar en una obra, en una escena? ¿Porqué ponemos un objeto y no otro? ¿Para que está? ¿Como lo uso? Un objeto real implica algunas complicaciones, siempre. Por un lado no hay que olvidar que a pesar de ser un objeto inanimado, en el caso de que hablemos de objetos y no de animales, tiene lo que se llama vida propia. Y puede traicionarnos. Es cuando el objeto se vuelve contra nosotros y hace por si mismo, como si nuestra voluntad no interviniera. Para evitar esas seguras traiciones, debemos conocer muy bien nuestro objeto. Saber de sus movimientos sorpresivos, de sus caprichos. Manipular un objeto en la escena implica acostumbrarse a él, valorar su peso, descubrir sus dificultades, sus posibilidades expresivas, sus posibles trasformaciones. Nunca voy a olvidar la trasformación de una paragÜitas apolillado y transformado en inyección subcutánea o la heladera en sarcófago o la muleta en guitarra. Esto hace mucho más atractivo nuestro trabajo y renueva el interes del espectador. Pero la exploración de las posibilidades de trasformación es solo uno de los pasos de la incorporación de un objeto en la escena. También me parece importante que este se multiplique en su utilizacion. Introducir un objeto debe agregar sentido a la situación, y ese sentido debe estar enriquecido por nuestra imaginación. Sino podríamos correr el riesgo de introducir objetos en una lista interminable que termine por borrar el sentido de todos. Por eso, de elegir utilizar un objeto, lo ideal es preguntarse sobre él y sacarle el mayor provecho. Como suele decirse, por lo menos para tres cosas. De lo contrario, debería bastarnos nuestra sola expresión.

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